Las locuras de un dragón disparatado y un gato de verde pelaje.

domingo, 28 de agosto de 2016

HURACÁN

Olvidar lo que había vivido de pronto se le antojaba la tarea más complicada a la que jamás se había enfrentado. 
Ya daba igual qué había pasado y qué no. No le importaban los cómos ni tampoco los porqués. Había acabado haciéndose tanto daño que le costaba no rendirse ante la dureza del huracán en su contra que era su vida. Sufría a diario, y la única opción que permitiría que sus heridas se curasen era la de dejar de hurgar en ellas con los recuerdos. 
Cerró el grifo y comenzó a secarse la cara. Le costaba reconocerse al mirarse en aquel deslustrado espejo, pero el brillo de sus ojos seguía ahí y aunque ya no era el de la ilusión sino el de las lágrimas contenidas lo cierto es que hacía que no perdiese del todo la esperanza.

Cerró los ojos con fuerza, provocando que un par de lágrimas escapasen de ellos. Las secó sin darles mayor importancia, y al abrir los ojos de nuevo su mirada era desafiante. Sus pasos al salir de allí eran firmes, como si algo en su interior hubiese recuperado parte de la confianza perdida.  
Aquella mañana retomaría las riendas de su vida, y no se iba a culpar jamás por haberse perdido un tiempo, pues al final había llegado al ojo del huracán y se había encontrado. 




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