Las locuras de un dragón disparatado y un gato de verde pelaje.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Mullir, invadir, amasar y ufanarse

Era una mañana preciosa: el cielo estaba nublado, las puertas chirriaban, el viento avanzaba con prisa llevándose a su paso manojos de hojas otoñales y un paraguas huérfano que languidecía retorcido, casi parecía que gimotease en silencio.

Las calles poco a poco se llenaban del ruido de transeúntes que arrastraban sus pies sin mucho ánimo, cargaban con el peso de una vida vacía de armonía y eso les acongojaba los pensamientos y les embargaban los minutos que estaban conscientes del paso del tiempo.

Cada uno iba y venía sin prestar mucha atención al resto. Bien podría tropezarse uno, y hacer caer así a los demás como gatos torpes que, confiados en no comerse un cristal que otro se haya comido previamente y ante sus narices, acaban por merendárselo también.

La sirena de un edificio escolar comenzó a sonar y un chico cubierto de sudor se llevaba por delante a todos los picaportes de las puertas que se encontraba con la manga de la sudadera. Al subir los escalones se volvía ágil como un perezoso dejándose guiar por un río, llevaba horas de caminata desde que salió de casa y, alcanzar la cima de estos lo sentía como alcanzar la cima del Everest. Cuando por fin llegó a su aula, jadeó un rato antes de entrar y, cuando por fin lo hizo se alegró de no ver al profesor y se sentó en su sitio.

El aula provisto de más de veinte pupitres, una gran pizarra verde y ventanas enormes parecía como otra cualquiera, lo más extraño quizás fuera que la mesa del profesor carecía de silla. El resto de alumnos esperaban la llegada del profesor sin intercambiar palabras entre sí, todos permanecían leyendo libros; lo cual puso muy nervioso al recién llegado, pensando en que se le hubiera olvidado algún examen.

La puerta se cerró de golpe haciendo que diera un respingo en el asiento. Y se pudo escuchar como suelo raspándose. El profesor salió de detrás de la mesa. Vestía con una corbata a juego con sus ojos verdes que tanto hipnotizaban. Se sentó sobre su escritorio mientras contemplaba toda el aula en silencio. Se colocó la cola delante de las patas con suma elegancia y elevando la cabeza, mostrando así su autoridad y sus blancos bigotes que parecían amasar el techo, dijo:

-Miau.
-¡¡Miau!!- Se oyó en el aula por parte de los alumnos junto a un sonido descuidado. El profesor no estando muy seguro de lo que hubo oído, se puso más firme y llenándose los pulmones de aire profirió un nuevo maullido. Sus alumnos volvieron a repetir su miar, pero de nuevo volvió a sonar algo de fondo que parecía totalmente fuera de lugar. El profesor, al ver cómo un sentimiento de ira muy fuerte invadía su cuerpo, lo tensó arqueando su espalda, alzando sus pelos en alto como si la humedad de pronto le afectase, y poniendo una cara de desagrado gruñó instintivamente hacia ninguna parte en particular.

Sus ojos centellearon un leve instante hasta que se acabó calmando. Reculó un poco, se agachó, movió la cadera y comenzó a saltar de pupitre en pupitre. Los alumnos permanecían inmóviles mientras el sudor se acrecentaba en sus respectivas espaldas. Finalmente, el profesor paró encima de un pupitre.

-Miau.- Volvió a exclamar y todos de nuevo repitieron con la excepción de que desde esa perspectiva pudo oír sin ya margen de error que el alumno que tenía enfrente no decía exactamente lo que él decía, sino que soltaba un sonido semejante a "yao"; esto fue suficiente para que nada más oírlo, alzara su pata más diestra y le propinara un tremendo arañazo en la cara. Después tornó como si nada a su mesa para seguir con la lección del curso de la Formación Profesional de M.I.A.U. (Mullir, Invadir, Amasar y Ufanarse).

domingo, 14 de febrero de 2016

FELICES PARA SIEMPRE

Hoy, 14 de febrero, es un día especial. También para ella, que se frota las manos mientras comienza a llenar las cestas de sus tiendas online favoritas. Hoy toca aprovechar todos los descuentos que vea. 
También ha abierto la enorme caja de bombones que ha comprado a mitad de precio. Hoy hay que atiborrarse a chocolate barato, es una tradición que lleva varios años practicando.
No, no se siente sola ni le parece patético, aunque sabe que un par de compañeros han usado esos términos más de una vez para referirse a ella. Hace tiempo que le dan igual, por suerte.

Nada más darse cuenta de qué día era hoy, ha desconectado el cable del televisor. Sabe que el cáncer es una causa frecuente de muerte, pero no se la llevará al otro barrio en este día. Está harta de las historias de príncipes y princesas, de la cosa enfermiza que la sociedad confunde con amor, de los felices para siempre cuando nada es para siempre, ni tan siquiera uno mismo. Hoy la espera una agradable jornada en compañía de sus libros y sus mantas.

Pero quizá no sabe vivir del todo desconectada, y por eso hoy, pese a haberse propuesto mantenerse aislada, ha vuelto a sentarse ante el ordenador. Por suerte, se ha dado cuenta de su error antes de abrir sus redes sociales y ha abierto en su lugar algo más feliz: su carpeta de pornografía.
Hoy se deleita, como siempre, con las muchachas con más curvas en el cuerpo y más ondas en la melena de su colección. Acaba dejando su favorita a pantalla completa.

-Ah, a ti sí que me gustaría hacerte feliz para siempre-susurra con una sonrisa.
Hoy nadie, salvo ella, notará que no le habla a la foto, sino a su reflejo en la pantalla. 

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- Are you an idiot?
- No sir, I'm a dreamer.
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