Sí,
no era la primera vez que me tocaba huir de las patrullas esquivando aquellas
estúpidas lápidas. Quizá tendría que haberme buscado
un trabajo más tranquilo, pero bueno, era un inconsciente… olvidadlo, sigo
siéndolo y jamás dejaré de serlo, porque me encanta. A día de hoy, de hecho, no
sé si temblaba por el temor a ser capturado o por la excitación que me
recorría, dándome el chute natural que tanto necesitaba para salir adelante en
aquella tierra inmunda.
Cuando
miré hacia atrás comprobé que, efectivamente, me seguían. Había huido demasiado
tarde, las naves patrulla me habían visto, y ahora tocaría esquivarlas. Habían
descendido, volando a menos de un metro de distancia del suelo. De cada una de
ellas saltaron dos guardias del régimen, cuatro en total, armados con
subfusiles de asalto. Aunque sentía que estaba próximo el ataque cardíaco que
me dejaría tieso, aceleré. Lo último que me apetecía eran las convulsiones de
una bala cargada con anafilotoxina.
Así
que seguí corriendo, pisando sin miramientos la
tierra donde los muertos se descomponían, irónicamente vivo.
Y
entonces aquel maldito cacharro empezó a vibrar en mi puño. Miré la palma de mi
mano, confuso al ver que la luz azulada se había vuelto más intensa, iluminando
mi mano de forma mortecina. Un guardia me había disparado, y lo esquivé por los pelos, aunque una lápida de mármol oscuro no tuvo tanta suerte como yo. No me gustó la posibilidad de que aquel artefacto se me cayese, así que volví a apretarlo en mi
puño, jadeando ante el esfuerzo físico.
Sólo podía pensar una cosa en aquellos
instantes.
“Maldita sea, ya no estoy tan en forma como
antes”.
Uno
de los guardias se había acercado mucho, tanto que podría haberme matado de un disparo a corta distancia, pero supongo que pretendía inmovilizarme hasta que llegasen sus compañeros, pues me agarró el brazo derecho. Nada más lo hizo, el artefacto emitió un sonido similar al de un corazón,
sólo que mucho más intenso.
La onda de aquel latido de metal removió todos mis
órganos internos -agradecí, por primera vez en meses, no llevar casi nunca algo
en el estómago- y todo empezó a moverse lentamente salvo yo, o quizá era yo el
que se movía más deprisa, no lo sé. Lo que sí que sé es que me hizo mucha
gracia: a cámara lenta, los guardias no eran más que fantoches torpes. Me reí,
y al hacerlo me asusté, pues mi risa no llegó a mis oídos. Pero no pude
dedicarle demasiada atención, pues enseguida llegó una sensación de asfixia que
sustituyó todo lo demás.
De
pronto estaba cayendo a un extraño vacío en el que ya no había sentido de la
lógica: donde antes veía lápidas y guardias, ahora todo era un vórtice de
imágenes confusas, borrosas. Me mareé, y aunque intenté con todas mis fuerzas
encontrar algún punto de referencia al que asirme, no lo logré. No sé cuánto
duró, pero al final se acabó, y caí al suelo de rodillas, boqueando en busca de
aire.
Pronto, la realidad fue tomando forma en mi mente.
Ya
no estaba en aquel cementerio.
Abrí
el puño. El artefacto seguía allí, pero su luz estaba atenuándose, y en unos
segundos se escuchó un clic y se apagó por completo.
“¿Qué cojones?”
______________________________________________
- Are you an idiot?
- No sir, I'm a dreamer.
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________