―El cielo era verde porque todo el mundo sabe que el cielo es verde, por eso siempre tienen que describir la obviedad sobre cuál es el color del cielo a las cinco de la tarde, en un día despejado, en el hemisferio norte. ¿Verdad? Para sentirse seguro y cómodo, siempre tiene que haber alguien que constate lo que todos sabemos. En vez de abrir la puerta a otra realidad... Cuando justo hay mayor esfuerzo que en dejarse llevar. ¡Déjate llevar!
Chilló en mitad del bosque haciendo que varios pájaros huyeran despavoridos de los árboles más cercanos. Se quedó jadeando al lado del arroyo con los ojos cerrados, de los cuáles las lágrimas trataban de hacerse paso entre las pestañas.
―¿Otra vez le estás gritando al tronco?
Aquel chico la había seguido, otra vez. Se volvió a él con la cara humedecida ya y colorada por la vergüenza.
―Susurró levemente dejando el peso de su frustración en la gestualización de sus brazos y sus manos. La verdad es que era muy gestual y dramática, siempre se lo pareció a todos en la aldea.
―Quizás tenga que ver el peso. No puedes basarte en que vengan de un mismo árbol sin considerar que el peso es consideradamente diferente, ¿no?
―Esa es tu perspectiva― se cruzó de brazos y volvió a mirar el tronco con reproche―, yo creo que si quisiera..., que si dejara de hacer esfuerzo...
―Es un tronco.
―Ajá.― Se le iluminó la cara sin prestar atención a su alrededor.―Tal vez si...― Y empezó a darle caricias al tronco, y a amasarlo suavemente y torpemente como es natural. Hasta que el otro chico se acercó y le metió una ligera y rápida patada al tronco que lo hizo moverse arroyo abajo.― ¡Estúpido, qué crees que estás haciendo!
―Ya puedes pasar.
Le dijo al bosque, ya que la chica había corrido arroyo abajo en busca del tronco al grito de "¿Estás bien? ¿Te ha lastimado ese bruto?". Y el bosque pasó sobre sí mismo, después de darle un beso asilvestrado al muchacho.