Todos
los días se parecen demasiado desde que no estamos juntos. Supongo que es
normal. No tengo trabajo, apenas salgo de casa para ver a otros, sólo
vagabundeo en busca de algo para comer. Es deprimente. Si hubiese estado en su
lugar, yo también habría salido corriendo.
Cada
día me levanto a la misma hora, las tres de la tarde. Sí, no trabajar tiene
alguna minúscula ventaja, como es la de poder evitar las asquerosas mañanas. Me
levanto y riego las plantas. Si os soy sincero, creo que dos de ellas están
muertas, pero pobrecitas, igual son como yo, y si es así la muerte no debería
de ser una excusa para que no las alimente.
¿Plantas
zombi? Quizá debería escribir sobre ello. Cuando coma, que ahora no
tengo energía suficiente como para trabajar en algo intelectual. Bueno, ni
energía ni cerebro, de ahí la necesidad de alimentarme previamente.
¿Veis
la televisión? Yo antes del incidente no lo hacía. Ahora soy muy fan. No hay
tantas actividades que puedas seguir haciendo cuando te vuelves como yo, pero
ver programas de cotilleos nunca ha requerido sujetos muy inteligentes tras las
pantallas, ni tampoco dentro de ellas. Los veía con mi pareja, al menos
habíamos empezado a tener una actividad en común. A pesar de todo, me dejó. Me
pregunto cuál sería la gota que colmó el vaso. ¿El olor? ¿Las noches de caza,
tal vez? Puede que fuese por aquella noche en la que intenté devorar a su
madre.
Pero bueno, sin rencores.
Y
así transcurren mis días… Me quedo por el salón, viendo la tele, decayendo en
el ya destrozado sofá. A veces salgo a dar un paseo cuando cae el sol, sólo por
costumbre, para ver qué tal anda el barrio.
No,
no atacaría a mis vecinos. Son buena gente, no hacen preguntas, y el casero
vive a dos casas de la mía y me deja esto a buen precio. Sería
contraproducente. Jamás atacaría a alguien que me cae bien.
Ya,
ya sé, ataqué a mi suegra. Pero eso no contradice lo anterior. Era bastante mal
bicho, y eso que yo soy tolerante. O sea, miradme. Se me cae la piel a cachos y
camino como si me hubiesen partido por tres sitios la columna vertebral. Si me
acepto a mí mismo es porque soy lo suficientemente tolerante.
Tras
escribir la historia de las plantas zombi, sin duda lo próximo será un libro de
autoayuda.
Bueno,
se me está acabando el efecto de mi última alimentación, así que, si me
disculpáis, voy a deshacerme de los restos que no me sirven. No os voy a hablar
de la víctima ni de lo chungo que es alimentarse de humanos para seguir
aquí. La naturaleza de mi estado no es cruel ni amable ni humana en ningún
aspecto. Simplemente es, y yo no estoy aquí para cuestionarla.
Quizá
vuelva a escribiros si vuelvo a conseguir suficiente sustancia gris viable para
ello. Hasta entonces, disfrutad de quienes sois, porque si hasta yo puedo,
vosotros también.